Tanto solo en el escenario como arropado por sus compañeros, Darío lleva la mediocridad y lo cotidiano al extremo, haciendo que un simple gesto como el de coger una guitarra y cantar una canción pueda transportar a un recuerdo, a un sentimiento. Puede despertar en las personas diferentes emociones, culminando con la más bonita de ellas: La sonrisa que llega tras unas lágrimas.
Conservando esencia y carisma, añadiendo además un pequeño lavado de cara, De Fresa y Menta, su último disco, mezcla lo cremoso y tierno con lo salvaje y fresco de la vida.
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